Papeles suizos

La Colonia va tomando forma ante nosotros a través de las palabras bien hilvanadas de un loco que escribe desde el manicomio. Las anécdotas contadas muestran la irreverencia rabiosa de un narrador que en su marginalidad resulta el espectador perfecto, el espía en un pueblo que intenta reafirmar una cultura germánica, una cultura que es solo el recuerdo de ancestros corridos de su patria, antecesores suizos, nazis, arios maltratados que vinieron a pudrirse entre los criollos. Entre todo esto brilla el conmovedor trato que el protagonista tiene con la Gringa, su compañera silenciosa, a la que reivindica y rescata de las cucarachas asquerosas que los rodean.

El subtítulo Novela histórica es un chiste, pero queda claro que esta versión del pueblo tiene más veracidad que la que podría transmitir la parca versión de un académico, un historiador, un revisor de archivos. Este protagonista escribe desde la memoria para salvar ese pedacito de realidad que le corresponde.

De forma provocadora Arenas revisa el mito de la colonia a través de un monólogo que no se cansa de insistir en la mentira, la maldad y la hipocresía de este pueblo.

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